febrero 19, 2008

Черный и оранжевый...

Es necesario hacerlo. Era necesario estar allí a esa hora. Mirando ese cuadro. Maldito Mark. Desde las entrañas me sacas sentimientos indescriptibles. Si, él me produce lo mismo. Un estado de paz que no sé de donde proviene. Un estado de emoción pura, convulsiva. Una nostalgia del pasado, y del presente, cuando no está. Ha llegado a necesitarlo. Mucho más que a cualquier otra cosa en su vida, y esto la aterrorizaba
Se quedó quieta, dejando que las ráfagas de colores penetren como pequeños puntos luminosos de manera fragmentada por sus pequeñas pupilas. Era místico, aunque detestaba esa palabra. Era de una profundidad, y simpleza a la vez, eran ráfagas de ternura y violencia dormida. Durante largo rato, y cambiando de poses, ladeando su cabeza para un lado y para el otro, estirando una pierna, y luego la otra, se dejó invadir. .A lo lejos sentía que alguien había puesto música. Una música que ya le era familiar, eso la tranquilizaba aún más. Acordes alguna vez bailados bien juntos, rozandose las pieles, los huesos, las partículas mas microscópicas. A ese nivel llegaba su fusión. Ciertos pensamientos comenzaron a fluir en su mente desordenada. Recuerdos, extractos de poesías, 'Tardes que fueron nicho de tu imagen, músicas en que siempre me aguardabas, palabras de aquel tiempo.. '. La primera película en La Lugones. Su primer beso, mezcla de ansiedad, formalidad y torpeza. La primera caricia como un tifón eléctrico, que aun recuerda, que aun siente. El primer cigarrillo compartido tirados en una cama, que olía a mordiscos y rasguños amables, a perfumes conocidos, y a sueños que ellos no durmieron. La primera noche abrazados escuchando cómo la lluvia caía empapada y se mezclaba con Fitzgerald y el canto desafinado de ella. El primer sueño que pudieron conciliar sin esfuerzo. El primer baño de inmersión que ella le preparó para alejarlo de malos humores y malos días. La primera vez que compartieron la higiene bucal uno al lado del otro, que terminó en guerra de dentífrico y amarras con hilo dental. La primera canción que él le cantó en el sillón mientras ella lo miraba estúpidamente absorta. Un viaje a un recóndito lugar de su patria que les recordaba el trayecto Paris-Marsella. El primer llanto, el de ella. El primer enojo, el de él. El primer cumpleaños, el de ambos. Las primeras dedicatorias escritas en libros cautelosamente elegidos. Los primeros celos, sin sentido y tiernamente expresados. Las primeras frutillas que él le dio de comer en la boca mientras ella lo abrazaba con sus piernas. Los primeros papelitos amarillos que se pegan en una agenda o en una heladera. Los primeros.. esos.. estos.. abrazos por la espalda. Sintió el peso de su cabeza apoyada en su hombro. Y su perfume que la invadía, trayéndola de vuelta a la realidad, esa realidad en la que se sentía tan cómoda y feliz como en sus viajes mentales.
- Te encanta, no?- Le pregunto dándole un beso en la mejilla que invitaba a más.
- Lo odiás, no? Si no te gusta me lo llevo. No tiene nada que ver con la decoración que te gusta a vos, ya lo sé. Es solo que...
- Es solo, que qué...?
- Es solo que me transmite lo que me transmitís vos. Deja me lo llevo.
- Llegó la comida china.
- Pero iba a cocinarte yo.
- Ya sé, pero te quedaste paradita ahí muy concentrada.
- Y?.- Le preguntó, volviéndose a sus pequeños ojos profundos.-
- Y nada. Vamos a comer.
- Traje algo para el postre.- Dijo sonriendo pícaramente.-
- Qué trajiste? - Preguntó él, tomándola de la mano y arrastrándola a la cocina.-
- No te voy a decir.. no tiene gracia..-
- Y esto? Tiene gracia?...
Le dijo al tiempo que la tomaba por la cintura y hundía sus alargados dedos para propinarle una sesión de cosquillas que hizo que ella gritara cual mezzosoprano. El juego terminó con ambos rodando en el piso, escupiendo carcajadas como burbujas de detergente, olvidando por completo la comida china, y pasando directamente al postre que ella había traído para él.

La Maga

febrero 13, 2008

Tenemos proyectos que se marchitaron...

Hoy era el día. En unas horas iba a tomar un avión con rumbo a París. Cómo son las cosas, no? Proyectos que uno tiene que en un abrir y cerrar de ojos cambian de un plumazo. Hace un año atrás jamás hubiera dicho que para esta fecha tendría pensado volar a la ciudad que abrigó por tanto tiempo a Julio. Mi Julio, y el de tantos otros. Algo pasó, muchísima gente me ha dicho que si me iba no volvía más. Que tal vez, de alguna manera yo pertenecía a ese lugar más que a este. En algún momento he llegado a pensar lo mismo. El año que pasó ha sido ajetreado, desde todos los flancos por los cuales la vida se puede analizar. He llegado a pensar que mi vida no estaba aquí, sino siempre en otra parte. Que no pertenecía a esta ciudad, que la ciudad y su gente no me pertenecía, o que yo no podía pertenecer a ninguna ciudad. He pasado por varios estados, varios extremos que no siempre son opuestos o complementarios, varios insomnios, varios ensueños. Quizá, en mi afán de búsqueda, esta búsqueda propia de vaya a saber qué cosa, si identidad, si fin o medio, si motivo o camino a seguir, si la razón de la existencia misma o la misión para cada uno. Pura mierda. Existencialismo. Psicologismo. En esta excursión a la muerte que es la vida (puedo imaginar que allá lejos quizá creas en mi credo antes de dormirte o te cruces conmigo en los pasillos del sueño, no, Santomé?) a veces uno encuentra ciertas respuestas que lo reconcilian con el mundo. O por lo menos con el propio. 13 de Febrero. Hace doce años atrás por esta fecha, más o menos, le pedía a mi papá que no se muriera, escribiéndoselo con la mano en la manta que lo cubría en el hospital. Le pedía que no me abandonase, que no me dejase sola. Porque de alguna extraña manera, él fue el que me enseñó a hablar este idioma que tanto me cuesta descifrar, en el cual tanto me cuesta hacerme entender. Febrero, qué mes de mierda para desaparecer. Qué mes crítico. Hay pocas cosas que me puedo responder ahora. Sigo en la lucha por encontrarle sentido al todo, al ser, a la nada, a la muerte. Al Fin. Si me inventé una identidad, fue porque no encontré un lugar donde aquella pequeña Mariana cupiera. Si me inventé a mi misma, o si tomé una identidad prestada como la de La Maga, fue porque a veces uno nace en círculos donde no se puede Ser. Diría alguien a quien adoro, no soy buena explicando mis explicaciones, creo que esta es la única manera que tengo. Solo sé que siendo La Maga, soy más yo que la Mariana que fui alguna vez. En "Las intermitencias de la muerte" Saramago dice que la metamorfosis se trata de algo que ha nacido de la muerte de otra cosa. Tal vez La Maga ha nacido de la muerte de Mariana tal y como era, allá a lo lejos, por el año ochenta y algo. No sé que será de ahora en adelante. Quizá algún día me vaya y me quede en algún recóndito lugar donde Horacio y el Club pasaban sus horas. Pero aquí la diferencia. No creo que al irme, me encuentre.

febrero 11, 2008

Fantasmas en plena madrugada...

Una tras otra, viejas canciones, antiguos versos. Había llegado hacía poco de Filomena, poca gente. Casi nadie en comparación con el día anterior. Hacía mucho que no trabajaba dieciseis horas seguidas. En la cabeza tenía aire... o gofio, vaya uno a saber. No entendía nada, la manía de los días pasados con sus catorce horas de trabajo se había esfumado. Uno de esos días, en el viaje de trabajo a trabajo, me llamó la blonda. Una sensación de ternura infinita me invadió cuando me dijo así, al pasar "Te podré ver en algún momento? Te podrás hacer un lugar en la agenda? Digo, para vernos" Desde que se fue de vacaciones que no la veo, hace una semana que volvió y solo nos separan escasas ocho cuadras.
Hace años que no sentía este vértigo laboral. Esta semana va a ser peor. Comenzando nuevamente qué dia? Si... San Valentín(o). Van a ser cuatro días maratónicos. De casa al trabajo, del trabajo a Filo, y de Filo sin escalas al futón. Podría no hacerlo, podría tranquilamente decir que no voy más, que con mi trabajo ya tengo bastante. Pero no lo hago, sigo cubriendo las vacaciones de los demás. Primero porque dí mi palabra, ya desde fines del año pasado me comprometí con los chicos. Y segundo, porque no hay nada mejor para taponar la angustia... que volverse un workaholic. Qué mecanismos de defensa los míos...
La Maga.

febrero 04, 2008

Feliz cumpleaños a mí...

Ella siempre de negro. Rodeada de negro ("Negro el 10, ruleta de la muerte", decía Don Julio), no había que esperar demasiado para que empiece a trabajar en un lugar donde prima el negro, preto, noir, black, schwarz. Marce, lo primero que hizo cuando llegó al trabajo fue decirme feliz cumpleaños (y no, no comí gnocchi). Antes de irme me maquilló, como podrán ver. Es maquillador, y es gracioso trabajar con él, más en este tipo de ambientes que suele ser muy choto todo, muy superficial, muy mala leche. Pero a veces, cuando uno está demasiado tiempo machacando el sentido de la vida, pregunténdose por el vacío existencial, por el dolor constante, un ambiente que te fuerza a estar constantemente aconsejando sobre el bienestar exterior, sobre los tratamientos anti-arrugas, anti-celulitis, anti-cuanta-poronga-se-te-ocurra, equilibra el pensamiento permanente de saltar por una ventana o por alguna abertura del Centro Cultural Borges (qué paradoja, no?). Inhalar perfume todo el santo día no genera ningún tipo de estado opioide, una lástima. Quiero decir, todo esto te despeja la mente, ahora, ni bien salgo del shopping, me atacan los setecientos extranjeros que se frenan a mirar cuanto show de tango y cuanta estatua hay en Florida, y como ya sabemos, hay muchísimas. Hay una en particular, que cada vez que paso, me dan ganas de tocarla. Es la parca. Toda de negro. Con la cara tapada, como buena parca que es. Hay veces que paso muy cerquita y pienso que si la toco, todo se va a desvanecer, como por arte de magia (negra). No sé muy bien las razones de este sentimiento. Sé que si la toco no me voy a morir, sólo forma parte de mis ideas de buena obsesa que soy. Sé que si el arrebato de tirarme del doce aparece, no va a haber un pasaje al acto. A qué viene todo esto? Je ne sais pas. Sólo sé que no sé nada, podría decir, pero se más que los que ni siquiera saben esto. Sólo sé que para el momento en que estoy en el último Castelar, con un libro entre las manos (siempre me procuro los momentos para volver a la duda existencial) y música en mis oídos ya estoy demasiado cansada, con un tanto de sueño y no veo la hora de llegar a casa, cenar, ver alguna película y leer hasta que los anteojos se estampen contra el libro. Quizá en el sueño, si me tiro del doce, vuele, o me despierte por haberme estrolado contra el piso.
La Maga.