abril 12, 2008

Troisième fois...

Me lo contó mientras pedíamos un café en el bar de la esquina del trabajo. Reía, no a carcajadas, más bien con esas muecas que denotan cierto distanciamiento, cierto desinterés. La tercera es la vencida, me contó que pensó.
Bajó del subte. Una música acompañaba sus movimientos, una música que marcó una etapa, que marcó un placard en su antigua morada. Prendió un cigarrillo, quizá el último del día. Pasó por un kiosco, compró un par de cosas y preguntó por una calle. Cruzó Cabildo mirando cuidadosamente, ya era de noche y había guardado sus gafas. Hacía calor, últimos días de calor, su perfume ascendía e inundaba su olfato.
La había visto el día anterior salir del trabajo, dejando una estela de perfume, muy particular, muy de ella. Le dije que la pase bien, que disfrute.
La tercera es la vencida, seguía pensando. Cruzó Cuba y un mensaje sonó en su celular "Cuándo llegas?". Contestó mientras doblaba la esquina, "Bajá a abrirme". Intentó guardar el apunte en la mochila, pero no podía, tenía todo revuelto, campera, apuntes, el cuaderno de la facultad, el kit de viaje ¿a dónde?, un tupper con su comida obsesivamente elegida. Tocó el timbre y una voz nasal contestó "ahí bajo", sonrió. Esa voz le traía recuerdos de una foto sacada en una fiesta espantosa presentando el Mini Cooper, del Carolina Hererra 212, de una cama compartida con amigos que nadie le creía que no terminara en Menàge-a-trois. Yo si le creía, más allá de lo que los demás creyeran, percibía algo en ella por fuera de lo chabacano del momento. Recuerdos de una borrachera pseudo-infiel, un fetiche de pies esmaltados con rojo. Pero no le traía recuerdos de la segunda vez, mucho menos de la primera. La tercera es la vencida, y había pocas dudas que lo era. Pero se dejó embriagar. Se obligó a no pensar, a no dejar que nada irrumpiera en su pensamiento, aunque bien se sabe que irrumpió más que muchas veces. Quizá nuestro ahínco la alentó a aventurarse para que despejara su cabeza.
Se saludaron desapegadamente, con un diálogo que dejaba entrever el poco interés, dos palmeras a kilómetros de distancia que sólo coincidían en el viento que las movía. Ella eligió una película que ya había visto y le garantizaba dos horas de risa. Comieron en la cama. Dos palmeras, una película española, un título lúdico. Sentía que no debía estar ahí. Sabía que no debía estar allí. Pero quiso probarse que tenía razón. Fiasco, es una palabra enormemente pequeña. Solo recuerda estar despierta a las 3 de la mañana repitiendo "la tercera es la vencida" y ya no quedaban sombras de duda en esto. Durmió mal, se levantó con ansias de huir. Se despidieron en una esquina como dos amigas que mucho tienen por ocultar. "Te llevo?" "No, gracias, mejor camino" le contestó al tiempo que tapaba sus oídos con música y soltaba su cabellera para que se secara. Se pasó las manos por la cara. Acomodó su mochila y cruzó Cabildo cuidadosamente. Mientras se confundía con la gente lista para ir a trabajar pensó lo que me dijo más tarde con un café de por medio: "Troisième fois... c'est le dernier fois".
La Maga