noviembre 12, 2008

"Y me apunto otra derrota..." No.. V de Victoria

Lo que puede traer consigo una canción. La escuchó al pasar, cuando volvía de trabajar. Le sonaba familiar pero... lo que puede hacer la memoria. Se le pegó el estribillo como chicle viejo. Algo había por debajo de esas palabras. Buscó en internet la canción, y allí apareció. La risa de su hermano camino al tatuador. Ella, maniaca, saltando y repitiendo esa canción como enarbolando la bandera del fracaso. Esa canción, molesta, "catchy", pedorra, porque lo es, pero hay cada basura que a uno se le pega (O me va a decir que nunca escuchó una pedorrada? Quiero ver quién tira la primera piedra así voy a darle la mano). La cuestión es que la tenemos a ella saltando por las calles hastiada del hastío. Hastiada de sentirse una reverenda imbécil ("El Reverendo O'Hara dijo que un solista como yo..."). Hastiada de andar regateando por una pizca de cariño (aay.. pobrecita...). La noche transcurrió serena, pero de la nada soltó una carcajada estrepitosa. Amplia, sincera, como riéndose de si misma, como de costumbre. El motivo de tal estruendo jocoso fue la rememoración de un episodio de hace ya unos cuantos años. Ella, cual agua a 100º en la escala de Celcius, bullía de ira, violenta como pocas veces, casi atraviesa una ventana con el puño. Esto había sido, recordó, porque el que por ese entonces era su pareja de ya un tiempo, le había dicho unos días antes que su celular no funcionaba. Ella ingenua, como siempre, le creyó. Pero unos días después, su yo paranoico hizo que lo llamara ocultando el número. Voilà! lo que le había dicho el muchacho faltaba a la verdad, atendió. Era claro que no quería hablar con ella (cuando dejaba aparecer el número no atendía). Enfurecida, dejó pasar unas horas y llamó a su morada. Y como no podía saber quien era, la atendió. Ella le preguntó que tenía pensado hacer esa noche, a lo que su pareja le contestó: "Todavía no sé que voy a hacer, si salgo con los chicos o qué, si no hago nada te aviso". La cólera de ésta mujer no entraba en los cánones históricos de la ferocidad. Cual Lady cortó amablemente, pero ni bien apretó el off del teléfono lo revoleó atinadamente contra una pared. Esta vez el enojo rozaba la violencia. Era el puto Plan Z, el último orejón del tercer tarro. Cegada, se fue a bañar, se vistió lo más femenina posible. Este ser solía pedirle que tratara de ser más femenina, a lo cual ella normalmente respondía con un golpe. Así partió ella para el hogar de su "algo". Tocó la ventana y al aparecer sólo le dijo "Abrime". Comenzó, en silencio, a buscar sus pertenencias. Él no entendía nada, y le decía "Pará" o "Qué te pasa?", "Vamos a hablar". El azar de vez en cuando nos tira una soga, y en este caso hizo que sonara el celular de él. Sonreía por dentro. "Mirá qué bueno! ahora te funciona", pronunció. Nada más. Y mientras, seguía recogiendo sus cosas. "Dame la musculosa" le dijo, él se negó. "Dejá, la busco yo". Él seguía diciéndole que hablen, le preguntaba qué le pasaba, y ella sólo decía: "La musculosa", y él se negaba. "Ok, metétela en el orto". Tomó las llaves, abrió la puerta, y se las tiró por la ventana. Bajó las escaleras y se detuvo. Pensó: "Quiero mi musculosa." Subió, tocó la ventana y la reclamó. Ya enculadísimo, se la dio. Se arrepintió ni bien golpeó el vidrio, pero era tarde. Igual sabía en el fondo que estaba bien. Y aunque tenía 700 musculosas iguales, no quería que alguno de sus yo algún día reclamara justo esa. Sabía que había perdido credibilidad, no era la primera vez, y no fue la última, pero no le interesaba explicarse. En si, haberlo hecho, le había generado algo parecido al placer. Sabía que a su pareja le importaba tres carajos. Pero ese día algo hizo un click, la "limitadita" se había cansado de amanecer en esa cama escuchando a Longobardi. Sabe que tiene cara de pelotuda, pero siempre le molestó terriblemente que se lo recuerden.
Cuantas carcajadas te puede traer una canción, no?
La Maga