Y se te hace un nudo en el estómago. Pienso que nos van a llevar puestos uno de los 300 colectivos que pasan por Juan B. Justo, o el Negro se va a llevar puesto los caballetes donde los policías te paran abajo de la Gral. Paz, o algún imbécil con toda la razón te lleva puesto de puro arrabalero que es. Pero no sucedió nada de esto. O casi nada. Sigo dudando en por qué te tuve fe, considerando que conozco muy bien tu torpeza. Y vos también, vos aún no creés que yo haya accedido a volver el tiempo atrás y disfrutar de un viaje en bicicleta. Y no sentadita en el asiento de atrás. Lo cual ahora me trae el recuerdo de haber vuelto con Jóse alguna noche luego de cerrar Funes, a las 3 o 4 de la mañana sentada en el asiento (ese que te raya el tujes), mientras hacía sonar el timbre.
En este caso, me remonté a mi adolescencia, al tiempo donde con todos los chicos salíamos a andar en bici, y yo en general iba en los pedalines de la Haro de Guille, o en el manubrio de la playera amarilla de mi hermano Hernán, con la patita de esqueleto. La skater (por amor a Jebús!) con todos los bikers.
Me asombró haber disfrutado más del viaje que el sufrir las supuestas embestidas de los diferentes vehículos. Y creo que el no haber podido ensayar más de cuatro canciones hoy (perdón Nero por eso), quizá por el humor de mierda que tenía se fue disolviendo desde el momento que volvió el NN (Yago)a jugar y a morderme y a hacer esos ruiditos extraños que emitía entrecerrando los ojos, a lo que luego se le sumó el super archi viaje en el manubrio de la playera.
Yago
(Yago jugando con mi short)
(Qué hago? Lo rapto?)
Y el sol pegaba de una manera fantástica, y si bien el aire no era de lo más impoluto, y los colectivos no ayudaban a hacer el viaje fluido (J.B. Justo a las 6 de la tarde), todo se sucedía de una manera pacífica para mi, no tanto para mis brazos y mis sentaderas. Tal vez los gritos avisando que venía un bache, o un semáforo en rojo, o un charco de agua fueron de los mejores momentos. Me sentía una co-piloto en el Paris-Dakar (me fui al carajo con la comparación) y un aluvión de energía salía de mi en forma de pequeños alaridos (como los del recital de Placebo), lo cual significaba que todo lo antedicho venía junto (bache, semáforo y charco). Temiendo por mi vida y también por mi torpeza, ya que varias veces metí una pierna en los rayos, me transporté a una época de mi vida en que esos momentos me producían muchísima felicidad, aún rodeada de tanta pero tanta tristeza. Y uno se pone a pensar qué es la felicidad. Qué es la felicidad? Y aseguro que no para todos es lo mismo. Yo sé que soy inmensamente feliz con muy poco (y decir la frase de Groucho sería muy pedorro), sé qué me puede hacer feliz. Me recuerda a un verano en que me fui con todas mis amigas de vacaciones, y que le dije a una de ellas de ir a la playa cuando ya no hubiera tanta gente pero quedaran vestigios de sol. Compramos una Cindor y unos alfajores Havanna, y nos quedamos tiradas hablando incohorencias, riéndonos muchísimo y sin parar. Ese día le dije a mi amiga que creía que la felicidad costaba muy poco. No se precisa de tanto. Y suena trillado, y hasta medio pelotudo. Pero quizá se trate de eso.
Volviendo a la aventura ciclista o Petit Tour de France, y al sol y al viento, aún con el humor que tenía, hinchada las pelotas de tanta imbecilidad circundante, ese paseo me hizo reír. Me sentí otra vez un pibito de quince años, sólo que esta vez no tenía una remera XXXXL, ni pantalones caídos (más bien todo lo contrario). Sentí la tranquilidad de saberme capaz de difrutar de algo tan simple como un viaje en bici, de saberme menos compleja de lo que a veces me siento. Y de empezar a entender, que la sabiduría pasa por otros vectores, quizá no por los que yo creía tan a rajatabla.
La felicidad es eso, es un paseo en bici con amigos que pueden llegar a matarte en el viaje (perdón Nero, pero sabemos que es verdad), pero aún así nos subimos a la playera y disfrutamos del sol y el viento en la cara mientras sorteamos baches.
Ahí abajo comentó el ciclista schizo..
La Maga