marzo 19, 2008

Crónica de una mirada..


Llueve a gritos. O por lo menos hasta hace un rato gritaba. Volvía del trabajo en el tren y terminé un capítulo de un libro, lo cerré, estaba llegando a Liniers y miré por la ventana. El cielo estaba gris y a lo lejos por las vías se iban recortando las siluetas de los galpones abandonados. Alguna que otra luz en alguna ventana, muy Polanski en "El cuchillo bajo el agua". Siempre me genera un nudo en el estómago pasar por ahí y ver la cuasi oscuridad plena. Algo parecido sentí en el subte. En todos los medios de transporte que tomé en estos días, había gente que me hacía pensar lo grotesco que puede ser un escenario tan común. No por la persona en sí a la cual se dirige la mirada, sino por la gente que posa su mirada en esas personas. Dos días seguidos. Dos travestis. Uno en el tren, otro en el subte. Ambos se pararon al lado mío. Dio la casualidad que ambas veces en alguna dirección opuesta a mi había un hombre. Uno, un señor mayor, entre perdido y con cara de "La juventud se pierde", que no podía parar de mirar a esta mujer, para mi por lo menos es mujer. No podía sacarle los ojos de encima. Estos destilaban cierto dejo de asco, sentía que se iba a parar en cualquier momento y le iba a decir algo. Miraba todos los detalles. El señor se daba cuenta que yo estaba mirando que miraba. No me llama la atención un travesti. Por ahí me fijo cuanto pudo lograr su transformación y me pregunto si serán felices en un cuerpo que parece no pertenecerles demasiado, o si, quién carajo soy yo para hacer tal comentario. La cuestión es que esta primera mujer había logrado bastante bien el resultado. Yo solo la sentí al lado mío. Pollera blanca, remera, tacos. Por lo único que reconocí que no era una mujer "XX" fue por el tamaño de sus manos que se posaron cerca de las mías. No podía disimularse mucho el vello creciendo, y, probablemente depilado dolorosamente. Pero más que eso, no podía dejar de mirar al hombre frente a mí. Este señor alternaba su mirada entre la mujer y yo, que tal vez lo estaba mirado bastante mal ante su mirada de desprecio. Al fin de cuentas, hice algo parecido a lo que estaba haciendo él. No sé como habrá terminado la secuencia, me fui a otro vagón antes que bajaran. En el subte sucedió algo similar, solo que esta mujer conservaba aún, varios rasgos masculinos, entre ellos, la sombra de las 8 de la noche. No vi mucho la vestimenta, otra vez si, las manos, esta vez con terribles uñas largas perfectamente pulidas y arregladas. Frente a mi, un señor, alrededor de los cincuenta que no paraba de mirarla. Esta vez, la mirada era como de desconcierto. Al lado del señor una nena de veinte años que no paraba de ladear una sonrisita pelotuda que me violentó bastante. Pero no dí mucha importancia. Cada vez que algo así sucede, mi cabeza comienza a escupir frases que luego se traducen en esta pequeña crónica mal redactada de un viaje en tren, o en subte. Es increíble lo prolífico que se convierte un medio de transporte masivo. Es increíble que siga lloviendo. Es injusto que siga lloviendo y que todo esto que tengo para contarte lo tenga que hacer por este medio, y no tirada al lado tuyo en el futón, mirando el techo y fumando el único cigarrillo del día que esperé ansiosamente para compartir con vos, arbolito.
La Maga

Palabra encontrada: Inveterado: (Del lat. inveterātus). 1. adj. Antiguo, arraigado.

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