febrero 21, 2010

Électricité en panne



Nunca imaginé, o sí? No, a decir verdad nunca imaginé que un apagón podía ser fuente de tanta.. Cómo decirlo? Alegría, pongámosle.

Hay que aclarar, es un apagón que lleva ya unas horas. Ya está oscureciendo, o sea para mi, “worst case scenario” ever.
Tomé coraje. Encendí unas velas, que para todo aquel que haya visto “Candyman” es la peor idea. Las sombras que se proyectaban jugaban con las paredes como niños riéndose a carcajadas. Con quién hablaba sobre un juego de luces y sombras hace poco? Ah sí, con el Negro, viendo un video de El cuarteto de Nos. Fabuloso.
Qué hice en este día extraordinario? Con lluvia a borbotones (qué linda palabra “borbotones”, es, podría decirse.. explosiva), a lo que me dediqué fue a preparar un buen baño de inmersión, así de lo más romántico. Aunque podríamos cambiar el romántico por “energéticamente crítico”, pero es demasiado político. Dejaré el romántico por cuestiones de pulimentada armonía literaria.
Velas, una espuma de hierbas y los Beatles en primera fila, cantándome. Apostaba, mientras cantaba desaforadamente que pocos en el edificio podrían entender la situación de un apagón con música a todo volumen. Resulta que soy un bicho que funciona a música, por lo tanto tengo unos parlantes que datan del siglo pasado, de la época en la que no se precisaba un enchufe para su funcionamiento. Por lo tanto conectados al ipod, fiesta para mis oídos. Voilà! Música en la penumbra, con el agua jugando conmigo y las sombras. Norwegian Wood sonaba, y de paso a la distancia jugaba con Murakami.
Cuando chorreando agua por la casa, dando tumbos entre relámpagos y lluvia, me dispuse a hacer un café, recordé que en algún momento de iluminación (y no precisamente galvánica) se cambió la pava común, gauchita, por una eléctrica. ME CAGO EN LA POSTMODERNIDAD. Lo que recordé fueron gratos momentos de mi casa de la infancia donde nadie se moría por usar un hervidor de acero inoxidable, el cual se portó de diez y me hizo un rico café con leche.
Ahora sí, luego de todo esto busqué un cuaderno, por lo tanto estoy escribiendo en tiempo real. Es de noche, Los Beatles cantan “Happiness is a warm gun” y el tercer cigarrillo del día y su exótico humo compite con las llamas de las velas que escasamente dan luz al papel que escribo.
El viento se cuela por las ventanas junto con las luces de los rayos que ya no pueden amenazar con cortar el suministro eléctrico. El viento, por lo pronto, amenaza con apagarme las velas, y yo mientras voy buscando Julia para musicalizar dulcemente el panorama escópico del siglo XVIII.
Lo que más me está preocupando, desde que se cortó la luz, aparte de que aparezca la figura recortada de Jack en la ventana del balcón (sí, en el piso doce) con una motosierra a pila o batería, fue la falta de oxígeno que amenaza seriamente la vida del Subcomandante Marcos, Don Durito de la Lacandona y Consuelo, que hace ya tres horas dan vueltas en la pecera sin aireador en funcionamiento.
Aún así, con todos estos peligros dando vueltas, hace mucho... No, hace mucho no. Nunca, y lo afirmo, he disfrutado tanto de la soledad nocturna con un apagón y una tormenta eléctrica (casi que parece una tomada de pelo). Si lo analizo, puede llegar a ser porque uno recuerda en estos escenarios particulares a Hitchcock más de lo que debería.
No voy a negarlo, extraño los beneficios (subestimados) de la energía eléctrica, pero no voy a negar que estoy disfrutando del paisaje que se presenta ante mis ojos. Y ahora que lo pienso bien, no estaría nada mal acompañarlo con un buen cigarro.

Prometí escribirlo. Esa misma noche dije algo así como: “Si alguien escribiera un libro titulado “La relatividad del tiempo cannábico”, yo lo compraría”.

La Maga.

1 comentario:

Unknown dijo...

Yo la disfruto. No sólo en penumbras hogareñas, sino deambulando con destino por la urbe. Calles anegadas y un sutil malestar ajeno por el caos del apagón. Debe ser morbo? No, no creo. Creo que es sólo el placer de sacarme de la rutina, sólo que no soy parte del desconcierto masivo. Debe ser por la propia burbuja que me he creado como buen diseñador. Pero todo tiene un límite. Te puse segundo en mi lista negra porque, además de arrebatarme de la luz en la escalera (en la cual casi me estrello contra el descanso, cosa que no ocurre tan seguido). Me cagaste la descarga de un capítulo de Hijitus en el que Serrucho se iba de joda con Larguirucho y se perdían en la temporalidad cannábica llegando tarde para la ejecución de un plan malevólo que terminaría en fracaso de parte de Neurus. A vos Edesur. Vos estás segundo.