abril 28, 2009

Letras a la nada..

Él está en Santa Fé, yo acá, en Buenos Aires..
Después de mucho insistir logré que se armara un blog.

Me gusta como escribe. Por eso lo amadriné.
Tantas conversaciones hablando sobre la Maga y Horacio..
Otras tantas sobre su recién estrenado título universitario.
Es una dialéctica extraña la que tenemos, lo sé, él también.
Estrenó blog, y la primera entrada fue sobre aquella conversación.
"Las cosas por su nombre" se tituló.
Era tarde, entrada la madrugada.
Veíamos cómo podíamos bautizar ese nuevo espacio... que ya empezó a producir..

Empezó así..:


- Nombre del blog? Triste final feliz? – Arriesgué mientras me hacía un nudo con las instrucciones que veía en la pantalla.
- Mm... Pero ese es el dominio? – Preguntó la Maga sabiéndome en aprietos - No hay nada detrás de la nada. – Agregó.
- Me convenció.
- Pero sin signo. – Me advirtió adivinando los de admiración que intentaba adosarle.
- Ni puntos? – pregunté algo apenado.
- Ni comas.

Y así continúa la conversación con Ema... (clickez-ici!)

1 comentario:

Ema dijo...

Bien lo dijo ella que aprendimos a no entendernos con un léxico especial, que descubrimos millones de palabras para poder hablar de cualquier cosa sin tener que desempolvar nexos coherentes para disfrazar de cuerdas nuestras conversaciones.
Por eso pudimos conectar desde Cortazar y sus enmarañadas rayuelas hasta la receta del café.
La Maga surgió de una casualidad como le corresponde a cualquier prodigio. Se asomo al balcón equivocado en el momento menos oportuno, mientras yo cruzaba la red en busca de la Tragedia y la Comedia, y sin darme cuenta me perdí, ni más ni menos, que en su mundo ¿in?feliz. Que mas evidencia que esta para comprobar que muchas veces la fortuna de algunos trae a contracara el infortunio de otros. Aunque los algunos y los otros se vean pequeñitos y difusos, casi indistinguibles.
Quien sabe cuanto tiempo el azar habrá estado jugando con nosotros hasta ese momento, aun no listo para convertirse en destino (como pensaba Wislowa).
Me basto leerla para saber que nos estábamos esperando sin sospecharlo. Que seria lo mismo que decir que la estaba buscando sin saber que la buscaba. De allí que La Maga se fue volviendo un placebo imprescindible.
Y hoy, entre tantos minutos apretados y urgentes, yo le dejo mi comentario prometido. Para dejarle la boca un poco menos vieja. Y torcerle la cara en esa mueca, que arriesgando, yo diría que es una sonrisa.