abril 18, 2010

Ellos, existen?

Ellos existen. Tienen su vida, sus trabajos, sus amores y odios. En la historia del universo ellos son insignificantes. Se levantan temprano, y desayunan. Ella necesariamente toma jugo de naranja, café y come granola; él toma café y come tostadas. Se cruzaron varias veces sin cruzarse en el centro de la ciudad, cada uno haciendo y deshaciendo teorías en sus cabezas; buscando respuestas a preguntas que jamás se hicieron. La palabra, podría decirse, los une de una manera particular. La palabra escrita, más específicamente escrita por otros. Quizá la de ella; a veces la de él también. Ellos existen, y respiran el aire poluto que se desmigaja en Corrientes y Paraná, donde ella muchas veces esperaba cruzar la calle para llegar a las puertas del Teatro San Martín en busca de ciclos de cine. Muchas noches, muchas más tardes, el décimo piso del mismo teatro la sintió mirar a través de los ventanales. La majestuosidad de la vida ahí debajo, los autos pasando, la vida pasando aún más rápido. Sentir vértigo sin sentirlo verdaderamente. Viendo cómo el ascensor se abría a cada rato para vaciar la sala repleta de gente satisfecha con dos horas de buen cine. Ella mirando por el ventanal, con una amplia sonrisa interna, sabiendo que todo eso era una gran mentira.
Ellos existen, Arbolito y Gurrumina existen en la ciudad lavada por la lluvia matutina de algún día del mes de julio. Él desteje temores, desteje escritos, desteje una historia que pudo haber sido pero que no encontró el camino correcto. Arbolito mira desde arriba, imagina mirar desde arriba a la Gurrumina. Gurrumina, se hace una cola de caballo en el pelo y cruza la avenida Córdoba. Buscaba sin buscar al Arbolito, estuvo mucho tiempo escribiendo en papelitos amarillos que se pegan, pateando latas y piedritas tratando de encontrar a un fantasma.
Un día el azar los puso en el mismo bar de la calle Reconquista al reparo de la lluvia. Ella estudiaba furiosa cerca de un cortado, y él entraba con su gabardina a cuestas manchada de gotas suicidas. Una mirada lejana se cruzó entre ellos pero no más. Sólo la sensación en el aire quedó. Esa sensación.
Ellos existen, discuten sobre política, él más fervientemente que ella. Discuten sobre ciencias humanas, ella más fervientemente que él. Discuten sobre Hegel, Foucault, Heidegger; discuten sobre Bourdieu, sobre Althusser, Tocqueville y Lacan. Sobre la actualidad, y sobre el pasado. Discuten en un sentido amplio, otras veces en un sentido concreto. Discuten como un ejercicio mental, como un ejercicio del poder, como estrategas al acecho. Juegan a discutir para no estancarse, para no dormirse en el tedio cotidiano y arrasador.
Ellos existen, muchos saben de su existencia. Muchos en silencio han deseado que el azar los choque de frente, otros, todo lo contrario. Muchos, cual Corte Suprema, han debatido en extensas jornadas su futuro, el fallo no se dio nunca a conocer.
Ellos existen. Tienen blogs donde se los puede leer, tienen bibliotecas repletas de libros; libros que se repiten en una gran mayoría. Entre ellos, ella tiene una edición especial cuidadosamente dedicada, de Violín y otras cuestiones. En cambio él, tiene o tenía unos Papeles Inesperados perdidos por ahí.
Ellos existen, no cabe ninguna duda que ellos existen, que se levantan cada mañana sin tener la menor idea qué será lo que el azar les depara. Ellos existen sin saber que existen en la cabeza de un Arbolito y una Gurrumina que los escriben y describen en blogs, y en papelitos amarillos que ya hace tiempo, perdieron su pegamento.

La Maga

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