enero 13, 2010

Sat Nam

Intenta ser algo que no es?
Lo fue alguna vez, quizá, en un pasado remoto y no tanto. Por qué forzarla? De eso que solía haber, no quiere más. Esas teorías de las cuales la alimentaron ( y se alimentó, pongamos de una vez por todas la responsabilidad del sujeto en la mesa) comenzaron a intoxicarla. El rompecabezas ya no tiene sentido. Ese rompecabezas está en un idioma que conoce de memoria, vocablo por vocablo ad infinitum. Convengamos que sería una excelente exégeta.
Miró el rompecabezas una vez más y lo prendió fuego. Hizo una fogata insultando a viva voz, poseída, avivando el fuego con su último cigarrillo. Respiró profundo, lloró desde lo más íntimo, desde otro lugar que la excedía por completo. Tiró papeles leyéndolos por última vez. Ya no se dejaría envolver, dormida en la tela de araña que ayudó a construir. Claro que sí, ella había ayudado. Saquémosle todo tinte victimista, es odioso, y sé que ella no querría eso.
Y aunque la veo desconcertada, salida de si misma, violentamente arrojando pedazos enteros de su vida, semanas enteras y meses en ese fogón, la veo más ella que nunca. Creo que fue la primera vez que la vi, muy por detrás de los muros que la protegen cotidianamente. Aún furiosa, la vi iluminada, la vi irradiando una tranquilidad perturbante; diría hasta envidiable.
Estaba sentada, sintiendo el fuego que tantas otras veces la quemó, ese fuego que la marcó decena de veces. Respiró el magma de la tierra que iba derritiendo todo alrededor. Se alimentó por última vez, está vez aquello que la había intoxicado la purificó. Ese fuego le pertenecía por última vez, ya no habría otro igual. Esa basura se consumía, se deshilachaba a cada segundo.
Baddha Konasana. Decidida a no ser más aquello que acababa de asesinar, emprendió el camino de regreso a su hogar. Se iba abriendo paso ante lo que la retenía. Respira profunda y lentamente. Respira extasiada, completa. Veo su mano derecha bajando hacia su rodilla.
Abre los ojos.
La Maga

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