febrero 04, 2008

Feliz cumpleaños a mí...

Ella siempre de negro. Rodeada de negro ("Negro el 10, ruleta de la muerte", decía Don Julio), no había que esperar demasiado para que empiece a trabajar en un lugar donde prima el negro, preto, noir, black, schwarz. Marce, lo primero que hizo cuando llegó al trabajo fue decirme feliz cumpleaños (y no, no comí gnocchi). Antes de irme me maquilló, como podrán ver. Es maquillador, y es gracioso trabajar con él, más en este tipo de ambientes que suele ser muy choto todo, muy superficial, muy mala leche. Pero a veces, cuando uno está demasiado tiempo machacando el sentido de la vida, pregunténdose por el vacío existencial, por el dolor constante, un ambiente que te fuerza a estar constantemente aconsejando sobre el bienestar exterior, sobre los tratamientos anti-arrugas, anti-celulitis, anti-cuanta-poronga-se-te-ocurra, equilibra el pensamiento permanente de saltar por una ventana o por alguna abertura del Centro Cultural Borges (qué paradoja, no?). Inhalar perfume todo el santo día no genera ningún tipo de estado opioide, una lástima. Quiero decir, todo esto te despeja la mente, ahora, ni bien salgo del shopping, me atacan los setecientos extranjeros que se frenan a mirar cuanto show de tango y cuanta estatua hay en Florida, y como ya sabemos, hay muchísimas. Hay una en particular, que cada vez que paso, me dan ganas de tocarla. Es la parca. Toda de negro. Con la cara tapada, como buena parca que es. Hay veces que paso muy cerquita y pienso que si la toco, todo se va a desvanecer, como por arte de magia (negra). No sé muy bien las razones de este sentimiento. Sé que si la toco no me voy a morir, sólo forma parte de mis ideas de buena obsesa que soy. Sé que si el arrebato de tirarme del doce aparece, no va a haber un pasaje al acto. A qué viene todo esto? Je ne sais pas. Sólo sé que no sé nada, podría decir, pero se más que los que ni siquiera saben esto. Sólo sé que para el momento en que estoy en el último Castelar, con un libro entre las manos (siempre me procuro los momentos para volver a la duda existencial) y música en mis oídos ya estoy demasiado cansada, con un tanto de sueño y no veo la hora de llegar a casa, cenar, ver alguna película y leer hasta que los anteojos se estampen contra el libro. Quizá en el sueño, si me tiro del doce, vuele, o me despierte por haberme estrolado contra el piso.
La Maga.

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